Un día, un momento

Un día, un momento
María, la autora

viernes, 26 de febrero de 2010

EL DIAGNÖSTICO

Por fin en un día otoñal del 83', David accedió a inscribir a su hijo en su obra social. Habíamos hablado de todos los pro y los contra. Los reglamentos militares y qué sé yo de las repercusiones y por supuesto, del rechazo del ente. Yo no me sentía mejor que él. Es de imaginar, con "mis antecedentes". Al mes vino la respuesta aprobando. También para Roberto y Cecilia. Igualmente, no pudimos conseguir que aprobaran o costearan todo lo que implicaba el estudio. Allí, empezamos a endeudarnos. El examen consistió en analisis de sangre, electroencefalogramas, y al final, una TAC. Para ésta, hubo que anestesiarlo. Allí estaba yo, al lado del Dr-neurólogo, mirando las imágenes de mi nene dormido. Este Dr me iba diciendo lo que iba viendo:nada. Nada anormal, en su cerebro. Como conclusión nos aconsejó ir con psicólogos.Por la conducta-nos dijo-los berrinches, ya que, quizás, el mutismo se debía a "la propia iniciativa del niño". O sea, este chico se negaba a hablar. "Mirá qué mocoso malo!!!" che.Nos fuimos con nuestro hijo,aún dormido a casa. Encontré, días después a un neurólogo pediatra. Y, ahí, empezamos a considerar la posibilidad de una evaluación. Psicológica.El Dr me decía: no digamos más la palabra autismo, para que no sea una profecia. Estuve de acuerdo. Pasó ese año y justo al cumplir los 4, Pablo empezó con las sesiones a cargo de una psicóloga que, tenía experiencia en el tema. Durante 1 mes y medio, estuve yendo con mi nene a su consultorio. Escuchaba los gritos de él y de ella en los intentos de emitir un diagnóstico. A veces, me tentaba de intervenir, pero, tenía bien presente que mi presencia sólo iba a crear más caos. El día que me citó a mí, sola...ese día, fué en que solté el llanto. A mares. Parecía que nunca iba a dejar de llorar. Su diagnóstico me fué expresado clara y duramente. Mire, me dijo: su hijo es lo que denominamos un gran autista. Es raro, no es frecuente. Y no hay mucho que podamos hacer. A él le van a interesar, solamente dos cosas: la comida y esa pelota que lleva consigo siempre, en ese orden, pero eso va a ser todo. Yo quería gritar, decirle que Juan Pablo sabía nadar, que escalaba muros, que jugaba a la bolita, que, a veces, HABLABA. Ella siguió, indiferente a mis pensamientos. Puedo-me dijo-facilitarle las cosas. Prepararle todos los papeles para la obra social, hay un muy buen internado en Buenos Aires, su hijo va a estar bien. Y Ud, tiene otros hijos, dedíquese a ellos, si no, se va a arruinar la vida y sus vidas. Apenas, pude saludarla como despedida. Las lágrimas eran como como cuchillitos afilados que herían mis ojos. Corrí y lloré, mucho, mucho. Al fin llegué a mi casa. Y abracé a mis hijos. Nunca, me dije, NUNCA voy a permitir que lo internen. Y ahí, empezó mi LUCHA.

2 comentarios:

  1. Qué duro! y qué fácil puede ser verlo desde afuera. ¿Habrá algo de humanidad en alguien que expresa o diagnostica de esa forma? Tuve alguna que otra experiencia también en ésto.
    Muchos abrazos, María.

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  2. Sara querida, si yo le hubiera hecho caso a esta profesional, ya no tendría mi hijo conmigo. Igualmente-voy a seguir en otras entradas-se empezaron a alzar voces coincidiendo con ella.Pero, no cedí.Muchos años después. los acontecimientos me superaron. Lamentablemente. Hoy tenemos este presente, gracias a Dios.

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