Un día, un momento

Un día, un momento
María, la autora

sábado, 28 de julio de 2012

LA ESPERA

Mientras, allá lejos donde el sol se pone más tarde, mi mamá nada sabía de mí. Ni yo de ella. Apenas sabía de mi hermana que es argentina y siempre vivió y vive en Monte Caseros, Corrientes.Mis cartas no sé en qué punto del camino se quedaban(había censura) y no llegaron jamás a Puerto Montt.No sabía de mi hija, ni de mi madre ni hermanos.había llgado otra vez el verano y con mi hijo buscábamos lugares donde hubiera aire acondicionado, pues mi panza era tan grande(ya a los 7 meses)que sufría de ahogos.Un día cruzando la calle me encontré de golpe frente a Alberto"el conejo" Martineza. No me reconoció, sus ojos que, siempre parecieron los de un lagarto, staban más entrecerrados que nunca. Pero, a mí me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. No se habían ido, hay que recordar, me dije, y me apuré a llegar a mi casa.Me tocó conocer a algunos represores, de los cuales, creo, unos pocos aún viven ahí en Concordia.Solía ver a uno de ellos, un subcomisario, Pitura, ya en democracia, sentado en un banco de la plaza.No sé si aún vive y si es así ha de ser muy viejo. De todas maneras, en esos tiempos, era mejor olvidarse de rostros y apellidos. Más, uno insconcientemente, graba, graba en su maltrecha y repleta memoria esos datos. Pero en esos días la única cara que yo quería ver era la de mi hijo por nacer, y la de mis otros dos amores.Al igual que yo, a Roberto lo acosaba la impaciencia.Sentíamos la necesidad,  la urgencia de tenerlo con nosotros. O tenerla que no sabíamos qué si nena o varón.

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