Un día, un momento

Un día, un momento
María, la autora
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miércoles, 28 de abril de 2010

HOSTIGAMIENTO.

Mientras yo me afanaba en las idas y venidas de la asociación, mi hijo vivía la penosa experiencia con Silver. Cuando dejé de andar tanto, y puse los pies en mi casa a tiempo completo, el panorama era muy de una situación insostenible. Cuando ya el acompañante y mis "correrías" habían cesado, Juan Pablo ya tenía 19 años. Yalgunos meses. Roberto trabajaba ya hacía un tiempo en la nueva empresa de gas natural, casi no estaba. El que sí estaba era mi marido. Y Cecilia, ya en su penúltimo año del secundario. A veces, venían chicas amigas, y Pablo parecía disfrutar de esto. Eran momentos fugaces. Los días transcurrían en una rutina de incidentes-por llamarlo así-con las salidas de Pablo  afuera. Que ya no era que se escapaba, sino que, simplemente, salía a correr. Más, mi hijo ya era leyenda. Tomaron como un juego, como una diversión el arrojarle piedrecillas cuando uno se descuidaba un momento.Un día descubrí-in fraganti- a los tiradores. Eran niñitos de muy corta edad. Los mandaban los más grandes.De todas maneras, decidí hablar con los padres. Antes de que terminara de pensarlo, dsalió la madre y me empezó a gritar cosas como" llevate a tu loco", "asusta a los nenes", "vieja t...", y "te voy a arrancar la cabeza", y algo más. Me quedé en silencio, Pablo seguía corriendo.Y apareció el marido, que me dijo"te voy a matar", "te voy a dar un palo en la cabeza". El hombre de un almacencito que había, salió, a contenerlo. No sé porqué-yo estaba mal-con voz suave, les dije: bueno, lo que tengan que hacer, ya. Yo tengo que ir a cocinar. Y-como en un western-les di la espalda.Pablo corría, no sé cuándo entró,yo seguí, ahí, de cara a mis pensamientos.Perdida, ausente. De pronto estaba gritando-yo, que casi no puedo-vengan, a ver, vengan,mátenme, A MI HIJO LO DEJAN EN PAZ!!!y me fuí cayendo, de rodillas, como si realmente fuera un condenado a ejecución.Sin voz, sin fuerzas, me levantó mi hijo mayor.Fué la primera vez y la última.Que les dije algo.Que expresé, así, mi dolor.No soy una persona que acostumbre exponerse así. En mi ya antigua educación, esto era visto como un gesto muy de mal gusto. Comprendí que había que buscar una salida. Había que marcharse. Pero, ¡cómo? ¿adónde?.Cuando atardecía, yo miraba el huir de la luz como si fuera la vida que se extinguía. Sabía que no eran sólo ellos, era todo un vecindario hostil que, ya lo habían golpeado, ya él había venido herido. Mientras pensaba, la luz se fué del todo.